Con Lemnos deseamos que se produzca un intercambio
fructífero entre el cine y el mundo académico, traspasando así las estrictas
barreras de la pantalla de cine y llegando a otros ámbitos. Desde el principio
de la producción nos proponemos dar voz a profesores y personalidades de la
cultura clásica y el helenismo y que todo ello se convierta en un altavoz de ideas
y cauce para la reflexión en torno a nuestra película. Hace un tiempo Antonio Guzmán Guerra, catedrático de la Universidad Complutense de Madrid y traductor
al castellano de la tragedia "Filoctetes", escribió para Lemnos unas
breves palabras acerca del personaje de Filoctetes bajo el título “Lemnos, la soledad
del hombre moderno” (http://lemnosfilm.blogspot.com.es/2014/07/articulo-en-seec-madrid.html).
En esta ocasión
el profesor Alejandro Valverde García escribe el artículo “La catarsis filmada”.
Alejandro Valverde García es profesor de Latín y Griego en el IES “Santísima Trinidad” de Baeza. Forma parte del grupo de investigación de la
Universidad de Granada HUM-870 “Cine y Letras. Estudios transdisciplinares
sobre el arte cinematográfico” y es miembro de la Classical Reception Studies Network de la Open University. También
es colaborador de las revistas sobre cine e historia Metakinema (Universidad de Granada) y Filmhistoria (Universidad Autónoma de Barcelona) y de la Asociación Culturaclasica.com (sección
“Cine grecolatino”).
Estaremos encantados de publicar los artículos de otros
profesores.
LA CATARSIS
FILMADA
escrito por Alejandro
Valverde García
Decía el gran
cineasta grecochipriota Michael Cacoyannis que el arte no conoce fronteras
cuando habla con el lenguaje de la verdad. Así es como podemos explicarnos que
en el siglo XXI los textos clásicos grecolatinos todavía tengan la capacidad de
sorprendernos por su tremenda actualidad y que logren estremecernos.
El cine, desde
sus orígenes, ha buscado en la mitología clásica motivos para llevarlos a la
pantalla y, siguiendo su propia evolución, esta relación con Grecia y Roma se
ha ido consolidando, dando como fruto diversos géneros cinematográficos,
películas épicas, históricas, de aventuras o incluso musicales. Sin embargo, en
nuestra opinión, el diálogo más interesante ha sido el que ha mantenido la
cámara con la antigua tragedia griega.
Tradicionalmente
se ha considerado que aquellas películas que se inspiraban en obras teatrales
corrían el peligro de frenar el propio ritmo narrativo fílmico. De hecho muchas
de ellas quedaron marcadas con el sello peyorativo de “teatro filmado”. No obstante,
en la década de los años 60 del siglo XX algo sorprendente sucede en el cine
europeo: desde distintos países surgen nuevas adaptaciones sobre el drama ático
y todas ellas de indiscutible valor artístico. Nos referimos a Antígona (1961), Electra (1962), Fedra
(1962) y Orestes (1969), rodadas en
suelo helénico, pero también a Sandra
(1965) de Visconti o a Edipo rey
(1967) y Medea (1969) de Pasolini.
Cada cineasta se acerca al texto antiguo desde una perspectiva diferente, pero
con interés común: hacer revivir una obra de arte antigua traduciéndola a un
lenguaje nuevo.
El teatro griego
no nació para ser leído de forma individual sino para ser experimentado por el
conjunto de los ciudadanos. De este modo, el nuevo arte, el cine, se aproxima
como ninguna otra manifestación artística a esas representaciones dramáticas.
Tanto en la obra como en el film el texto es fundamental, pero no menos
importante es el aspecto visual, la recreación del ambiente, e incluso la
música, que acompaña e intensifica la interpretación de los actores. En
definitiva, todo está concebido en función de la liberación del ser humano,
acosado por dramas públicos y personales. La catarsis es su motor primordial.
El gran reto al
que un director se enfrenta hoy en día si pretende adaptar una antigua tragedia
griega, como es el caso de Alejandro Lorenzo Lledó con su película Lemnos, no es tanto acertar en la
elección cuidadosa de los elementos con los que va a trabajar sino dar con la
clave que permita hacer despertar al espectador de un letargo profundo en el
que lleva acomodado desde hace mucho tiempo. Acostumbrados a películas
anodinas, sin un guión consistente y con el único atractivo de unos asombrosos
efectos especiales creados por ordenador, necesitamos respirar la brisa de un nuevo
tipo de películas que nos hagan reflexionar en serio sobre nuestra propia
existencia y que, a fin de cuentas, nos ayuden a discernir la mentira de la
auténtica verdad. Si el cine renuncia a su función social estará, en cierto
modo, traicionándose a sí mismo.