miércoles, 25 de noviembre de 2015

LA ICONOGRAFÍA DE FILOCTETES EN LA PINTURA NEOCLÁSICA

Concluimos la serie de artículos escritos por la catedrática Assela Alamillo dedicados a la Iconografía de Filoctetes, tratando la representación del héroe griego en la pintura neoclásica.

LA ICONOGRAFÍA DE FILOCTETES EN LA PINTURA NEOCLÁSICA
escrito por Assela Alamillo

(se pueden ver todas las imágenes al final del artículo)

El tema de Filoctetes es recurrente en la pintura del siglo XVIII, en pleno auge de la Academias que se insertan en el neoclasicismo. Las imágenes de Filoctetes que se suceden en el último tercio del siglo XVIII y principios del XIX -de hecho se pueden datar en el corto período que va desde 1770 a 1840- son obra mayoritariamente de pintores franceses, discípulos o influenciados  por el pintor Jacques Luis David, dentro del más teórico clasicismo, que pertenecen a la Escuela Nacional Superior de Bellas Artes, pintadas con motivo del ingreso en la Escuela o de la participación en el prestigioso Gran Prix de Roma o de pintores de otras nacionalidades que se forman en Roma y participan de los principios estéticos de esta corriente representada por el alemán Johann Joachim Winckelmann y el pintor Anton Raphael Mengs, entre otros.  Por entonces ya hay un mayor conocimiento de las tragedias de Sófocles, aunque en Francia un texto empleado ampliamente como fuente es Las aventuras de Telémaco, de François Fenelon, publicada hacia 1699; en el capítulo XV de la obra el mismo Filoctetes cuenta su historia.

Se pueden distinguir tres grupos de representaciones de Filoctetes en la pintura que vamos a conocer:

-Las que lo presentan solo y como figura principal, llenando el cuadro, que suelen ser modelos clásicos y académicos en que se marca bien el cuerpo humano, desnudo o vestido solo en parte, en los que sólo cambia el gesto. En la mayoría de ellos Filoctetes es un modelo de una clase académica y el artista es un alumno aplicado que refleja bien la teoría aprendida.

-Las que representan al personaje como un complemento del paisaje.

-Las que representan la acción, el momento dramático del encuentro de Filoctetes con Odiseo y Neoptólemo en Lemnos, que son las más interesantes.

De entre las pertenecientes al primer grupo, la primera pintura que conocemos es la del irlandés James Barry, de 1770, realizado durante su estancia en Roma con el título “Filoctetes en la isla de Lemnos(Fig. 1). La presentó en la Academia Clementina de Bolonia  de la que fue nombrado miembro y donde se conserva actualmente. Parece que se inspiró en la pintura que hizo Parrasio sobre el héroe, según un epigrama a él dedicado, pero su estética responde claramente a las corrientes neoclásicas en las que se forma el pintor, sobre todo en su estancia en Italia, gracias al mecenazgo del filósofo y político inglés Edmun Burke. Barry hace una representación de un personaje desgraciado pero su expresión está impertérrita, no lo demuestra. Lo presenta sentado, de complexión vigorosa y de aspecto saludable, sin que refleje los diez años en que ha permanecido en tan malas condiciones físicas. La herida de su pie parece estar ajena al resto del cuerpo.  La venda está limpia y parece reciente y el atuendo que lleva es correcto; su aljaba parece recién estrenada e incluso la paloma que está abatida a sus pies es una agradable visión. Lo único que muestra cierto desaliño es la barba y el cabello largos y descuidados. Pero en general Barry crea una composición académica y armoniosa. Un homenaje al mundo antiguo es la piedra fragmentada sobre la que se sienta Filoctetes, en la que se distinguen esculpidas figuras que imitan las clásicas. Algún crítico ha sugerido que sea Ifigenia, joven que, como él, fue sacrificada por la causa de los griegos.

Filoctetes levanta la mirada como  haciendo responsables a los dioses de la herida que les señala. Por la abertura de la cueva se distingue al fondo el desolado  cielo sobre la línea del mar. Distinguimos sobre las aguas un navío de blanca vela que se acerca a la isla trayendo en él a  Odiseo y Neoptólemo, lo que se puede interpretar de alguna manera como la respuesta de los dioses.

En contraste con la mayoría de las representaciones de Filoctetes en Lemnos que siguen las normas predicadas por el neoclasicismo de reflejar ideales de calma, fortaleza y belleza viril, la pintura del danés Nicolai Abildgaard de 1775 nos ofrece una visión totalmente opuesta a la de Barry. En efecto, la pintura de Filoctetes herido” (Fig. 2) se puede enmarcar más bien dentro del estilo Sturm und Drang porque el artista  expresa la imagen con subjetividad. Se encuentra en el Museo de Bellas Artes de Copenhagen.  El personaje llena todo el lienzo. Está desnudo, con un atlético cuerpo que recuerda los pintados por Miguel Ángel, al que pudo estudiar en su estancia en Roma, y su aspecto es desagradable; es feo, está encorvado  con el rostro crispado por el dolor, y se agarra fuertemente el pie con su mano.  Tiene largos y descuidados cabellos  que se agitan al aire. Está enmarcado por una piel de leopardo detrás de la cual aparece el arco de Heracles, el objeto deseado por los aqueos. Se refleja el profundo abandono en que Filoctetes está sumido y es una expresión del dolor físico que siente el protagonista.

De 1788  data el cuadro del pintor francés Jean German Drouais  titulado Philoctetes accusant les dieux” (Fig. 3), pintado durante su estancia en Roma, donde pasó los últimos tres años de su corta vida y que actualmente se encuentra en el museo de Bellas Artes de Chartres.  Está muy influenciado por Barry pero también por la gema de Boethos o una copia de la misma que tuvo ocasión de conocer o bien uno de los relieves del escultor Antonio Lombardo. De ellos Drouais copia por primera vez en la pintura el motivo de  que Filoctetes se de aire en  la herida con las alas de la paloma. La figura del héroe, al igual que la de Barry, presenta un cuerpo atlético, un cuidado manto  también de color rojo que le deja el torso desnudo,  los cabellos largos pero recogidos con una cinta, el rostro expresando dolor con la mirada hacia lo alto. Resalta como un motivo propio la importancia que da al arco y las flechas colgadas en las paredes de la cueva y  tiene, en cambio, menor protagonismo el paisaje del fondo.

El pintor Guillaum Guillon Lethière, nacido en la isla caribeña de Guadalupe, que llegó a ser profesor de la École de Beaux Arts de Paris, compañero de Jacques Louis David, pinta y exhibe en el Salón del año 1798 el tema Philoctete dans l´ile deserte de Lemnos” (Fig. 4) que pertenece a los fondos del museo de Louvre, tema que luego va a rehacer con algunos cambios en otras dos versiones. En la imagen se ve a Filoctetes trepando por las rocas en un agreste paisaje para recuperar el pájaro que ha logrado matar con una flecha. Retrata al personaje adecuándolo más al texto de Sófocles que al de Fenelón, como un salvaje solitario, despeinado, con la ropa desgarrada y unas vendas envejecidas. El estilo está más cerca del romanticismo.

En los primeros años del siguiente siglo, en 1807 el pintor romántico francés Pierre Paul Prud´hon pinta un Philoctete” que se encuentra en el museo de Ponce de Puerto Rico (Fig. 5). Estamos ante un joven viril, tal vez demasiado joven, desnudo salvo un extremo del manto que cae por la ingle, en un estudio anatómico en el que se reconoce a Filoctetes solamente porque sostiene el gran arco con una mano y porque su pie derecho está vendado, pero el pintor lo ha escondido porque dobla la rodilla y el pie queda al fondo semi oculto por el manto y la hendidura de la roca.  Prud´hom se distancia artísticamente de David.

El más conocido pintor francés  Michel Martin Drolling, discípulo de David, que llegó a ser profesor de la Escuela de Bellas Artes de Paris,  pinta un Filoctetes” en 1840 (Fig. 6) con las mismas características que los anteriores, sentado a la entrada del antro donde se refugia, sobre el manto que ha caído en la roca, desnudo y llevándose las manos hacia el pie herido para cambiar las vendas. Su rostro enmarcado por el descuidado cabello y barba, se dirige hacia lo alto en el repetido gesto que puede significar pedir cuentas a los dioses.

De Pierre Cabanel (1838-1910) conservamos una pintura sobre Filoctetes abandonado”  (Fig. 7) que se encuentra en el Museo de Sète, que a pesar de tener el mismo título que los de los pintores contemporáneos, ofrece una factura muy diferente. Aparece el personaje echado sobre una roca azotada por las olas del mar que lo rodea,  sujetando con una mano el arco y alargando la otra  hacia el suelo donde yace el ave que acaba de abatir. Tiene un cuerpo vigoroso y los cabellos descuidados.

Por último, el pintor escocés David Scott nos ha dejado una pintura de  1840 Filoctetes abandonado en la isla de Lemnos” (Fig. 8) que posee la National Gallery de Edimburgo en la que éste aparece echado de espaldas en una roca de la orilla del mar, mirando hacia arriba en gesto contenido de dolor, con los puños cerrados y el pie herido sumergido en las aguas del mar Egeo en un intento de encontrar alivio a sus dolores. A su lado el arco y las flechas. Al fondo en la línea del horizonte se adivina una serie de barcos con sus velas extendidas. Su estilo es parecido al de los románticos Gericault y Delacroix.

En cuanto a las obras del segundo grupo, en el que el tema de Filoctetes es un motivo que se incluye en el paisaje, las encontramos también entre los pintores franceses. El primero del que tenemos datos es de 1789, pintado por Pierre Henri de Valenciennes, al que en su tiempo se conoció como el David del arte del paisaje. La titula Pyrrhus apercevant Philoctete dans son ante, a l´isle de Lemnos” y fue expuesta en el Salón de ese año.

Alumno suyo es Achille Etna Michallon, muerto en plena juventud, que en 1822 pinta Paisaje con Filoctetes en la isla de Lemnos” (Fig. 9) que se encuentra en el museo Fabré de Montpellier. El idílico paisaje a la manera más típica del neoclasicismo domina el cuadro y no responde al árido entorno de Lemnos que nos transmite la literatura. La figura de Filoctetes que trepa por las rocas, pintado en un extremo del primer término, se inclina para recoger la paloma que ha atravesado con sus flechas.

Dentro de las obras del tercer grupo, las de acción, sobre el tema del encuentro de Odiseo y Neoptólemo con Filoctetes en la isla de Lemnos nos encontramos la obra presentada al Salón de 1785 para su entrada en la Academia del pintor Jean Joseph Taillasson, titulada Ulysse et Neoptoleme enlevent a Philoctete les fleches d´Hercules” (Fig. 10). El pintor no sigue  con fidelidad las fuentes clásicas  de Sófocles o Fenelon, sino que  los reinterpreta y sitúa a Odiseo en la escena cuando Filoctetes  despierta de su desmayo, lo que no aparece en los textos.  Siguiendo los ideales clasicistas e idealizados predicados por Winckelmann, vemos un héroe vigoroso de cuerpo, con cuidado cabello, con aparente buena salud que sólo contrasta con los visitantes porque está semidesnudo frente al lujoso y atildado atuendo que visten aquellos, lo que hace pensar en un cuadro plástico de una novela barroca.

Con los mismos personajes, cambia la acción en algunos de los artistas que abordan el tema para presentarnos el momento en que Filoctetes apunta con su arco al recién descubierto Odiseo como instigador del plan para arrancarle el arco y, llevado de su cólera, está decidido a atravesarlo con una flecha. Neoptólemo intenta disuadirlo de que lleve a cabo tal acción.

Giovanni Battista Cipriani es un artista italiano que vivió en Inglaterra donde desarrolló su carrera bajo el patronazgo de nobles y fue socio fundador de la Royal Academy. En 1781 pinta la escena (Fig. 11) en un lienzo conservado en Londres, en Spencer House. Vemos a Filoctetes de espaldas con el arco ya tensado apuntando a Odiseo que intenta ocultar su rostro con el manto. El joven Neoptólemo levanta un brazo en su intento de convencer al enojado héroe de que es una misión querida por los dioses.

La misma escena la encontramos en el pintor alemán Asmus Jakob Carstens, que elige la técnica del dibujo y la línea frente al color, en escenas donde predominen las ideas y se refleje la grandeza de las esculturas griegas.  En una ilustración de 1790 conservada en el Gabinete de Medallas del Museo de Berlín (Fig. 12) aparece Filoctetes sentado en una roca y apuntando directamente a Odiseo que hace un gesto señalándole como responsable de lo que se dispone a hacer. El imberbe y joven Neoptólemo ya ha puesto su mano en la flecha intentando evitar que salga del arco.

En 1800 el pintor francés François Xavier Fabré presenta el cuadro titulado Neoptolemus et Ulysse enlevant a Philoctete les fleches d´Hercules” (Fig. 13) que perteneció en un tiempo a la colección de Carlos X y que actualmente posee el Louvre. Mientras Fabre eligió el mismo tema que Taillasson, el espíritu de la obra es la antítesis de éste, la idealizada de Winckelmann, ya que es más  fiel al personaje de la obra de Sófocles.

En efecto, Filoctetes aquí está físicamente afectado por el sufrimiento que lleva soportando tantos años. Frente a otras representaciones, que presentan un héroe al uso, a éste se le reflejan las costillas en su delgado cuerpo y el descuido de sus cabellos contribuyen a la veracidad del personaje. Extiende un par de huesudas manos hacia sus  torturadores que están a punto de lograr su objetivo y dejarlo en la isla sin el arco pidiendo clemencia. Odiseo, tocado con su característico sombrero,  agarra por el brazo al joven Neoptólemo para arrastrarlo al barco que espera y que señala con su mano, una vez que han obtenido el objeto deseado. El noble joven mientras tanto vuelve el rostro hacia Filoctetes y lanza una mirada compasiva hacia el desesperado héroe que les implora. No es seguro que Neoptólemo quiera obedecer a Odiseo y duda sobre la conducta que debe seguir. En general se desprende del cuadro el pathos trágico.

Por último, conocemos una acuarela realizada en 1812 sobre el mismo tema por el pintor inglés William Blake que se conserva en Harward, en el Fogg Museum, con el título Philoctetes and Neoptolemus at Lemnos” (Fig. 14) la única ilustración que el pintor hace de la obra de Sófocles.  Estilísticamente se encuentra muy alejada de la tradición académica.  Es diferente a otras porque aparecen componentes del coro acompañando la acción y la apariencia del héroe es particular, como un joven sin barba. No sabemos con certeza a qué pasaje literario  se refiere la escena ya que es algo desconcertante. La flecha que según una versión se le clava en el pecho de Filoctetes provocando el espanto de Neoptólemo, aquí parece de juguete y no está dirigida precisamente a un sitio concreto. Tampoco es fácil de intuir que está pensando o sintiendo Neoptólemo.

Como vemos el tema de Filoctetes y su aventura heroica ha sido difundido y conocido ampliamente en un periodo de la historia y sus obras permanecen para su contemplación y disfrute en museos o ilustraciones de la literatura.

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