Concluimos la serie de artículos
escritos por la catedrática Assela Alamillo dedicados a la Iconografía de
Filoctetes, tratando la representación del héroe griego en la pintura
neoclásica.
LA ICONOGRAFÍA DE FILOCTETES EN LA
PINTURA NEOCLÁSICA
escrito por Assela Alamillo
(se pueden ver todas las imágenes al final del artículo)
El tema de Filoctetes es recurrente
en la pintura del siglo XVIII, en pleno auge de la Academias que se insertan en
el neoclasicismo. Las imágenes de
Filoctetes que se suceden en el último tercio del siglo XVIII y principios del
XIX -de hecho se pueden datar en el corto período que va desde 1770 a 1840- son
obra mayoritariamente de pintores franceses, discípulos o influenciados por el pintor Jacques Luis David, dentro del
más teórico clasicismo, que pertenecen a la Escuela Nacional Superior de Bellas
Artes, pintadas con motivo del ingreso en la Escuela o de la participación en
el prestigioso Gran Prix de Roma o de pintores de otras nacionalidades que se
forman en Roma y participan de los principios estéticos de esta corriente
representada por el alemán Johann Joachim Winckelmann y el pintor Anton Raphael
Mengs, entre otros. Por entonces ya hay
un mayor conocimiento de las tragedias de Sófocles, aunque en Francia un texto
empleado ampliamente como fuente es Las
aventuras de Telémaco, de François Fenelon, publicada hacia 1699; en el capítulo
XV de la obra el mismo Filoctetes cuenta su historia.
Se pueden distinguir tres grupos de
representaciones de Filoctetes en la pintura que vamos a conocer:
-Las que lo presentan solo y como
figura principal, llenando el cuadro, que suelen ser modelos clásicos y
académicos en que se marca bien el cuerpo humano, desnudo o vestido solo en
parte, en los que sólo cambia el gesto. En la mayoría de ellos Filoctetes es un
modelo de una clase académica y el artista es un alumno aplicado que refleja
bien la teoría aprendida.
-Las que representan al personaje
como un complemento del paisaje.
-Las que representan la acción, el
momento dramático del encuentro de Filoctetes con Odiseo y Neoptólemo en
Lemnos, que son las más interesantes.
De entre las pertenecientes al
primer grupo, la primera pintura que conocemos es la del irlandés James Barry, de
1770, realizado durante su estancia en Roma con el título “Filoctetes en la isla de Lemnos”
(Fig. 1). La presentó en la Academia Clementina de Bolonia de la que fue nombrado miembro y donde se
conserva actualmente. Parece que se inspiró en la pintura que hizo Parrasio
sobre el héroe, según un epigrama a él dedicado, pero su estética responde
claramente a las corrientes neoclásicas en las que se forma el pintor, sobre
todo en su estancia en Italia, gracias al mecenazgo del filósofo y político
inglés Edmun Burke. Barry hace una representación de un personaje desgraciado pero
su expresión está impertérrita, no lo demuestra. Lo presenta sentado, de
complexión vigorosa y de aspecto saludable, sin que refleje los diez años en
que ha permanecido en tan malas condiciones físicas. La herida de su pie parece
estar ajena al resto del cuerpo. La
venda está limpia y parece reciente y el atuendo que lleva es correcto; su
aljaba parece recién estrenada e incluso la paloma que está abatida a sus pies
es una agradable visión. Lo único que muestra cierto desaliño es la barba y el
cabello largos y descuidados. Pero en general Barry crea una composición
académica y armoniosa. Un homenaje al mundo antiguo es la piedra fragmentada
sobre la que se sienta Filoctetes, en la que se distinguen esculpidas figuras
que imitan las clásicas. Algún crítico ha sugerido que sea Ifigenia, joven que,
como él, fue sacrificada por la causa de los griegos.
Filoctetes levanta la mirada
como haciendo responsables a los dioses de
la herida que les señala. Por la abertura de la cueva se distingue al fondo el
desolado cielo sobre la línea del mar. Distinguimos sobre las aguas un navío
de blanca vela que se acerca a la isla trayendo en él a Odiseo y Neoptólemo, lo que se puede
interpretar de alguna manera como la respuesta de los dioses.
En contraste con la mayoría de las
representaciones de Filoctetes en Lemnos que siguen las normas predicadas por
el neoclasicismo de reflejar ideales de calma, fortaleza y belleza viril, la
pintura del danés Nicolai Abildgaard de 1775 nos ofrece una visión totalmente
opuesta a la de Barry. En efecto, la pintura de “Filoctetes herido” (Fig.
2) se puede enmarcar más bien dentro del estilo Sturm und Drang porque el artista
expresa la imagen con subjetividad. Se encuentra en el Museo de Bellas
Artes de Copenhagen. El personaje llena todo
el lienzo. Está desnudo, con un atlético cuerpo que recuerda los pintados por
Miguel Ángel, al que pudo estudiar en su estancia en Roma, y su aspecto es
desagradable; es feo, está encorvado con
el rostro crispado por el dolor, y se agarra fuertemente el pie con su
mano. Tiene largos y descuidados
cabellos que se agitan al aire. Está
enmarcado por una piel de leopardo detrás de la cual aparece el arco de
Heracles, el objeto deseado por los aqueos. Se refleja el profundo abandono en
que Filoctetes está sumido y es una expresión del dolor físico que siente el
protagonista.
De 1788 data el cuadro del pintor francés Jean German
Drouais titulado “Philoctetes accusant les dieux”
(Fig. 3), pintado durante su estancia en Roma, donde pasó los últimos tres años
de su corta vida y que actualmente se encuentra en el museo de Bellas Artes de
Chartres. Está muy influenciado por
Barry pero también por la gema de Boethos o una copia de la misma que tuvo
ocasión de conocer o bien uno de los relieves del escultor Antonio Lombardo. De
ellos Drouais copia por primera vez en la pintura el motivo de que Filoctetes se de aire en la herida con las alas de la paloma. La
figura del héroe, al igual que la de Barry, presenta un cuerpo atlético, un
cuidado manto también de color rojo que
le deja el torso desnudo, los cabellos
largos pero recogidos con una cinta, el rostro expresando dolor con la mirada
hacia lo alto. Resalta como un motivo propio la importancia que da al arco y
las flechas colgadas en las paredes de la cueva y tiene, en cambio, menor protagonismo el
paisaje del fondo.
El pintor Guillaum Guillon Lethière,
nacido en la isla caribeña de Guadalupe, que llegó a ser profesor de la École
de Beaux Arts de Paris, compañero de Jacques Louis David, pinta y exhibe en el Salón
del año 1798 el tema “Philoctete dans l´ile deserte de Lemnos”
(Fig. 4) que pertenece a los fondos del museo de Louvre, tema que luego va a
rehacer con algunos cambios en otras dos versiones. En la imagen se ve a
Filoctetes trepando por las rocas en un agreste paisaje para recuperar el
pájaro que ha logrado matar con una flecha. Retrata al personaje adecuándolo
más al texto de Sófocles que al de Fenelón, como un salvaje solitario,
despeinado, con la ropa desgarrada y unas vendas envejecidas. El estilo está
más cerca del romanticismo.
En los primeros años del siguiente
siglo, en 1807 el pintor romántico francés Pierre Paul Prud´hon pinta un “Philoctete” que se encuentra en el
museo de Ponce de Puerto Rico (Fig. 5). Estamos ante un joven viril, tal vez
demasiado joven, desnudo salvo un extremo del manto que cae por la ingle, en un
estudio anatómico en el que se reconoce a Filoctetes solamente porque sostiene
el gran arco con una mano y porque su pie derecho está vendado, pero el pintor lo
ha escondido porque dobla la rodilla y el pie queda al fondo semi oculto por el
manto y la hendidura de la roca. Prud´hom
se distancia artísticamente de David.
El más conocido pintor francés Michel Martin Drolling, discípulo de David,
que llegó a ser profesor de la Escuela de Bellas Artes de Paris, pinta un “Filoctetes” en 1840 (Fig. 6) con las
mismas características que los anteriores, sentado a la entrada del antro donde
se refugia, sobre el manto que ha caído en la roca, desnudo y llevándose las
manos hacia el pie herido para cambiar las vendas. Su rostro enmarcado por el
descuidado cabello y barba, se dirige hacia lo alto en el repetido gesto que
puede significar pedir cuentas a los dioses.
De Pierre Cabanel (1838-1910) conservamos
una pintura sobre “Filoctetes abandonado” (Fig.
7) que se encuentra en el Museo de Sète, que a pesar de tener el mismo título
que los de los pintores contemporáneos, ofrece una factura muy diferente.
Aparece el personaje echado sobre una roca azotada por las olas del mar que lo
rodea, sujetando con una mano el arco y
alargando la otra hacia el suelo donde
yace el ave que acaba de abatir. Tiene un cuerpo vigoroso y los cabellos
descuidados.
Por último, el pintor escocés David
Scott nos ha dejado una pintura de 1840 “Filoctetes
abandonado en la isla de Lemnos” (Fig. 8) que posee la National Gallery
de Edimburgo en la que éste aparece echado de espaldas en una roca de la orilla
del mar, mirando hacia arriba en gesto contenido de dolor, con los puños
cerrados y el pie herido sumergido en las aguas del mar Egeo en un intento de
encontrar alivio a sus dolores. A su lado el arco y las flechas. Al fondo en la línea del horizonte se adivina una serie de barcos con sus
velas extendidas. Su estilo es parecido al de los románticos Gericault y Delacroix.
En cuanto a las obras del segundo
grupo, en el que el tema de Filoctetes es un motivo que se incluye en el
paisaje, las encontramos también entre los pintores franceses. El primero del
que tenemos datos es de 1789, pintado por Pierre Henri de Valenciennes, al que
en su tiempo se conoció como el David del arte del paisaje. La titula “Pyrrhus
apercevant Philoctete dans son ante,
a l´isle de Lemnos” y fue expuesta en el Salón de ese año.
Alumno suyo es Achille Etna
Michallon, muerto en plena juventud, que en 1822 pinta “Paisaje con Filoctetes en la
isla de Lemnos” (Fig. 9) que se encuentra en el museo Fabré de
Montpellier. El idílico paisaje a la manera más típica del neoclasicismo domina
el cuadro y no responde al árido entorno de Lemnos que nos transmite la
literatura. La figura de Filoctetes que trepa por las rocas, pintado en un
extremo del primer término, se inclina para recoger la paloma que ha atravesado
con sus flechas.
Dentro de las obras del tercer
grupo, las de acción, sobre el tema del encuentro de Odiseo y Neoptólemo con
Filoctetes en la isla de Lemnos nos encontramos la obra presentada al Salón de 1785 para
su entrada en la Academia del pintor Jean Joseph Taillasson, titulada “Ulysse
et Neoptoleme enlevent a Philoctete les fleches d´Hercules” (Fig. 10). El
pintor no sigue con fidelidad las fuentes
clásicas de Sófocles o Fenelon, sino
que los reinterpreta y sitúa a Odiseo en
la escena cuando Filoctetes despierta de
su desmayo, lo que no aparece en los textos. Siguiendo los ideales clasicistas e idealizados
predicados por Winckelmann, vemos un héroe vigoroso de cuerpo, con cuidado
cabello, con aparente buena salud que sólo contrasta con los visitantes porque
está semidesnudo frente al lujoso y atildado atuendo que visten aquellos, lo
que hace pensar en un cuadro plástico de una novela barroca.
Con los mismos personajes, cambia la
acción en algunos de los artistas que abordan el tema para presentarnos el
momento en que Filoctetes apunta con su arco al recién descubierto Odiseo como
instigador del plan para arrancarle el arco y, llevado de su cólera, está
decidido a atravesarlo con una flecha. Neoptólemo intenta disuadirlo de que
lleve a cabo tal acción.
Giovanni Battista Cipriani es un artista
italiano que vivió en Inglaterra donde desarrolló su carrera bajo el patronazgo
de nobles y fue socio fundador de la Royal Academy. En 1781 pinta la escena
(Fig. 11) en un lienzo conservado en Londres, en Spencer House. Vemos a
Filoctetes de espaldas con el arco ya tensado apuntando a Odiseo que intenta
ocultar su rostro con el manto. El joven Neoptólemo levanta un brazo en su intento
de convencer al enojado héroe de que es una misión querida por los dioses.
La misma escena la encontramos en el
pintor alemán Asmus Jakob Carstens, que elige la técnica del dibujo y la línea
frente al color, en escenas donde predominen las ideas y se refleje la grandeza
de las esculturas griegas. En una
ilustración de 1790 conservada en el Gabinete de Medallas del Museo de Berlín
(Fig. 12) aparece Filoctetes sentado en una roca y apuntando directamente a
Odiseo que hace un gesto señalándole como responsable de lo que se dispone a
hacer. El imberbe y joven Neoptólemo ya ha puesto su mano en la flecha
intentando evitar que salga del arco.
En 1800 el pintor francés François
Xavier Fabré presenta el cuadro titulado “Neoptolemus et Ulysse enlevant a Philoctete
les fleches d´Hercules” (Fig. 13) que perteneció en un tiempo a la
colección de Carlos X y que actualmente posee el Louvre. Mientras Fabre eligió el mismo tema que Taillasson, el espíritu de la obra es
la antítesis de éste, la idealizada de Winckelmann, ya que es más fiel al personaje de la obra de Sófocles.
En
efecto, Filoctetes aquí está físicamente afectado por el sufrimiento que lleva
soportando tantos años. Frente a otras representaciones, que presentan un héroe
al uso, a éste se le reflejan las costillas en su delgado cuerpo y el descuido
de sus cabellos contribuyen a la veracidad del personaje. Extiende un par de
huesudas manos hacia sus torturadores
que están a punto de lograr su objetivo y dejarlo en la isla sin el arco
pidiendo clemencia. Odiseo, tocado con su característico sombrero, agarra por el brazo al joven Neoptólemo para
arrastrarlo al barco que espera y que señala con su mano, una vez que han
obtenido el objeto deseado. El noble joven mientras tanto vuelve el rostro hacia
Filoctetes y lanza una mirada compasiva hacia el desesperado héroe que les
implora. No es seguro que Neoptólemo quiera obedecer a Odiseo y duda sobre la
conducta que debe seguir. En general se desprende del cuadro el pathos trágico.
Por
último, conocemos una acuarela realizada en 1812 sobre el mismo tema por el
pintor inglés William Blake que se conserva en Harward, en el Fogg Museum, con
el título “Philoctetes and Neoptolemus at Lemnos” (Fig. 14) la única ilustración
que el pintor hace de la obra de Sófocles.
Estilísticamente se encuentra muy alejada de la tradición
académica. Es diferente a otras porque
aparecen componentes del coro acompañando la acción y la apariencia del héroe
es particular, como un joven sin barba. No sabemos con certeza a qué pasaje
literario se refiere la escena ya que es
algo desconcertante. La flecha que según una versión se le clava en el pecho de
Filoctetes provocando el espanto de Neoptólemo, aquí parece de juguete y no está
dirigida precisamente a un sitio concreto. Tampoco es fácil de intuir que está
pensando o sintiendo Neoptólemo.
Como
vemos el tema de Filoctetes y su aventura heroica ha sido difundido y conocido
ampliamente en un periodo de la historia y sus obras permanecen para su
contemplación y disfrute en museos o ilustraciones de la literatura.
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