El catedrático de filología griega de la Universidad
Complutense de Madrid Carlos García Gual escribe para nuestro blog el artículo
“Prestigios míticos de Lemnos”, aproximación a la mitología de la isla de Lemnos.
Carlos García Gual es una de las figuras clave de la
Filología y la Traducción en el mundo hispánico. Escritor, filólogo, crítico y
traductor, entre su extensa obra, se encuentran libros como Los orígenes de la
novela, Primeras novelas europeas, Epicuro y Diccionario de mitos. Como
crítico literario ha publicado reseñas de libros en diversos medios como El
País, Revista de Occidente o Claves de razón práctica. Director de la colección
“Biblioteca Clásica Gredos” y editor de la revista Historia National
Geographic. Ha sido galardonado en dos ocasiones con el Premio Nacional de
Traducción y obtuvo el Premio de Traducción Fray Luis de León por su versión de Vida
y hazañas de Alejandro de Macedonia de Pseudo Calístenes.
PRESTIGIOS MÍTICOS DE
LEMNOS
escrito por Carlos García Gual
Tortuosa y volcánica, como corresponde a sus mitos, la isla
de Lemnos donde vino a caer lanzado desde el alto Olimpo el dios Hefesto, vaga
solitaria al norte del mar Egeo. Sobre quién arrojó desde la morada celeste de
los dioses al dios del fuego y de la fragua hay dudas. ¿Fue acaso su propia
madre, la irritable Hera, disgustada por su fealdad, o su padre Zeus, enojado
por su intervención en las peleas domésticas, tal como se nos cuenta en el
primer canto de la Ilíada? El caso es que de la descomunal caída quedóse
el buen Hefesto cojo, defecto muy
notorio en la familia de los bellos dioses griegos. Cierto que esa cojera está
compensada por su maestría técnica y para atender al fuego de la fragua basta
con tener oficio y buenos brazos. Por otra parte, también en otras mitologías
hay dioses del fuego cojos y tortuosos. Hefesto se casó luego con la más hermosa y frívola de las diosas, la sutil y engañosa
Afrodita. Y conservó en la isla de Lemnos un muy antiguo culto, en cuevas de
ritos mistéricos, como los de los Cabiros, extrañas figuras ligadas al fuego y
a iniciaciones misteriosas.
Mucho después del famoso batacazo divino, las mujeres de Lemnos irritaron a
Afrodita y ésta las castigó infundiendo
en ellas un mal olor corporal que alejaba de ellas a sus esposos, que las rehuían
por apestosas y preferían para todo trato sexual a las vecinas mujeres tracias,
sin duda más perfumadas. Pero las lemnias se enfurecieron y, conjuradas para
tomar venganza, mataron a todos los hombres de la isla. Tan sólo la princesa
Hipsípila pudo poner a salvo furtivamente a su padre, el viejo Toante. En
fin, la isla quedó habitada sólo por mujeres. Hasta que allí llegaron, en su
nave Argo, con rumbo hacia el Mar Negro, los argonautas capitaneados por el
heroico Jasón. Entonces las audaces lemnias tuvieron trato amoroso apresurado
con los héroes viajeros y de esos amores nacieron los nuevos pobladores
masculinos de la isla.
Según la tragedia Filoctetes
de Sófocles, la isla parece que estaba
desierta cuando los aqueos, acaudillados por Agamenón en su expedición contra
Troya, abandonaron allí al quejumbroso
Filoctetes, con una pierna llagada, apestosa e incurable, a causa de la
herida de la mordedura de una serpiente. Allí , solitario y sin otro recurso
que su arco (el que le diera el moribundo Heracles) Filoctetes, como un
helénico y amargado Robinsón, se mantuvo durante casi diez años hasta que los
griegos volvieron a rescatarlo, pues un oráculo había profetizado que sólo con
el arco de Heracles se tomaría Troya. Y por eso Neoptólemo y Odiseo acudieron
para llevárselo a Troya, tal como relata la tragedia.
Pero en la Ilíada
la isla está mencionada varias veces como "la muy divina Lemnos" y una como la
"humeante Lemnos". Homero cuenta que fue allí donde los aqueos
vendieron como esclavo al desdichado Licaón, hijo de Príamo, cautivado por
Aquiles y que, por otra parte, de allí enviaba Euneo, hijo de Jasón e
Hipsípila, ánforas de vino lemnio a los reyes aqueos.
No deja de ser curioso que por dos veces -en el caso de las
lemnias y en el de Filoctetes- se mencione el mal olor como causa del abandono.
¿Acaso en Lemnos, la "humeante" y "muy divina" había alguna
zona maloliente de aguas sulfurosas o algo parecido?
¿Por qué no escribís Limnos? Así la llaman los limniotas y el resto de los griegos. ¿Qué problema hay con la transcripción?
ResponderEliminarHola Mabel. Las tres traducciones más importantes al castellano de la tragedia "Filoctetes" y que han sido la base para escribir el guión de Lemnos, se refieren a la isla como Lemnos y por ello hemos mantenido esa transcripción. Un cordial saludo.
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